domingo, 1 de marzo de 2015

A un castaño seco

A un castaño seco

 

Negro castaño que ante el rayo sucumbes
es tu cuerpo entero un inmenso ataúd
donde el mirlo aguarda un último aliento
y un río, como de sangre, recorre tu cruz.

Viejo guerrero que en el bosque naciste
hijo, tal vez, de una luna gitana
que sobre tu frente, desnuda,
de azules luceros un ramo posó.

Tú que en tus brazos la vida acogiste
dando fruto a la tierra y sombra al pastor.
Tú, cuyas hojas caídas son las cobrizas lágrimas
que un Dios ya olvidado cierto día lloró,

dime, oh, loco alquimista,
por qué las cosas más bellas duran sólo una flor.

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